sábado, diciembre 11, 2004

Disyuntivas

Estaba en una disyuntiva: dos posibilidades ante sus ojos y solo un minuto para elegir una de ellas, la que le permitiera cruzar el estrecho antes de que la marea subiese y el paso se hiciera imposible.

Eligió el camino del norte. Mala elección. En pocos minutos se dio cuenta de que el sendero terminaba abruptamente ante un paredón infranqueable. Cuando volvió sobre sus pasos fue rápidamente detenido. Le perdonaron la vida pero fue arrojado a un sucio calabozo.

Estaba en una disyuntiva: o comía rata muerta o comía gusanos. Eligió los gusanos. Mala decisión. Los bichos habían consumido carne corrupta lo que le produjo una infección acelerada. Llamó al carcelero, el cual se apiadó del pobre preso y lo llevó a la sala de curaciones.

Había una disyuntiva: Cortar la pierna o el brazo. El cirujano dudaba: Cortó la pierna. Mala elección. La gangrena se desarrollaba más rápido por los brazos. Con lo cual en pocos días hubo que serruchar sus miembros superiores.
Quedó así, el hombre, sin tres de sus miembros. Reducido a un tronco, una cabeza y una pierna.

El Juez tenía una disyuntiva: apiadarse del resto de persona que tenía ante su vista, o decidir el cumplimiento pleno de la pena. Lo declaró inocente y lo dejó libre.

El ahora libre, tenía dos posibilidades: O el circo o la calle, como mendigo. Eligió la calle: mala decisión. El primer día le robaron su camisa y la pocas monedas que había obtenido de la compasión pública.

Estaba ante una disyuntiva: tirarse al paso de un coche o ingerir veneno para cucarachas. Eligió arrojarse. Mala decisión. El coche solo le arrancó la pierna, pero lo dejó con vida.

Así, nuestro amigo quedó reducido a puro tronco y cabeza. Y por primera vez en su vida no tenía que tomar ninguna decisión. Se sintió feliz. Ya nada podría ser peor que eso.

Se equivocaba, pobre iluso. Ignoraba que lo acechaba la ceguera, la pérdida de la memoría, del olfato, oído y tacto: el Alzheimer rondaba cerca.

Hete aquí que en ese momento trágico, donde la esperanza casi desaparece, un suceso inconcebible iba a tener lugar en esa olvidada tierra. Una reparación, una prueba de la justicia divina, un milagro casi. El Poder Divino se apiadó del hombre tullido, ciego, sordo y derruido por la enfermedad: se le concedió la vida eterna.
Mala decisión.