viernes, diciembre 31, 2004

La Ola

Triste, apagó el cigarrillo. Aspiró el humo que flotaba aún en el aire, como un perro husmeando en busca de trazas de comida, o de señales de hembra en celo. Cuando no obtuvo más que aire neutro- sin sabor ni olor- se detuvo. Miró el cenicero aun humeante y calculó que en tres minutos ya estaría en condiciones normales de encender un nuevo cigarrillo. Se daba ese tiempo de espera como muestra de dignidad o como favor a su médico o a su madre. Si por él fuera, encendería cada cigarrillo con las brasas del anterior. Devoraría paquete tras paquete en una orgía permanente de humos, un eterno zambullirse en la más deliciosa mezcla gaseosa. Solo así sentía que su ser tenía algún sentido en la máquina misteriosa que se componía de noches, días, gentes, nacimientos, celebraciones, trabajos y estudios, a la que se sometía pacientemente desde hacía treinticinco años. No era su único placer. Pero sí el más inmediato, simple y barato, no requería de seducciones, era legal, moral y éticamente irreprochable y, hasta hacía poco, socialmente aceptado. Lástima que lo estaba matando. Lo sabía, pero de un modo puramente racional. En el fondo, su intuición le decía que algo tan placentero no podía estar conectado con la muerte. Compartía con los publicitarios la identificación entre fumar y disfrutar más plenamente de la vida: mirar un buen programa y fumar; entrar a un bar con amigos, y fumar; hacer el amor, y fumar; tener ideas, rumiar fantasías, levantarse en mitad de la noche entusiasmado con un proyecto... y fumar. Le habían diagnosticado insuficiencia pulmonar. De cáncer aún no se hablaba. Pero nadie lo descartaba. Era joven aún y había tiempo para crear y alimentar un buen tumor.
En esas cavilaciones estaba, cuando sintió el ruido. Un bramido extraño que venía de la playa. Cuando salió de la cabaña – estaba en alguna isla del Indico, a salvo de poluciones, ruidos y estruendos ciudadanos- y vio que el mar reemplazaba al cielo, supo que su muerte era inminente, pero que no moriría por culpa del tabaco.
Se entregó mansamente al Tsunami.

27/12/04

1 Comments:

At 11:16 p. m., Blogger Facundo said...

No tengo palabras para tan buena obra, la verdad

Me hizo acordar a la pelicula Constantine, al ver la ironia de que demonios no acababan con el, y lo iba a vencer algo tan delicioso y tan pequeño como el cigarrillo

Es una carrera contra el tiempo, la cual se quiere vencer al cancer con la muerte

Pero no solo se lucha contra el cancer, ese es solo el mayor mal. Impotencia, esterilidad, problemas de parto, problemas dentales, restos de nicotina en los dedos, mal aliento, ademas de molestar a personas pasivas que no fuman. Dejándolo cuanto antes, te ayudas a ti mismo, aunque no se si fumas.

Recoemdare tu blog, ya que parece que escribes bien. Quisiera volver a escribir asi...

 

Publicar un comentario

<< Home